"100 AÑOS DESPUES: LA SANGRE Y LA FE LLAMAN A RETORNAR" 

 Por Edgardo Alberto Bechara  Arcuri,  Nieto de Libaneses nacidos en  Argentina

 "... No sé dónde ha terminado el  vuelo 
de las flechas pero una cosa sí  sé: 
han descripto su órbita en el  cielo..."

 Gibrán Khalil Gibrán:   "El Jardín del Profeta"

La historia de mi familia comienza en el  Líbano a fines del siglo XIX, cerca de  las montañas sagradas del Valle de  Kadisha, en una pequeña ciudad llamada Becharre que se levanta ferviente en Cristo bajo la sombra de los Cedros milenarios plantados por las manos mismas de Dios.

Es en Becharre, cuna del genial poeta Khalil Gibrán donde Assad Bechara El Khoury se casa con María Geagea y tienen cuatro hijos. Tres son mujeres y el menor es un varón a quien llamarán Antonio, mi Abuelo.

A principios del 1900 producto de la crisis económica que azota al Líbano mi familia emigra a la República Argentina, lugar en el cual Antonio, mi abuelo, se casa y se convierte mas tarde en el padre de cinco hijos varones. Yo soy el mayor de los diecisiete nietos de Antonio Bechara Arcuri.

A la edad de 12 años, luego de una de esas charlas habituales que de niño mantenía con mi Abuelo acerca de las tradiciones de sus padres y de cómo recordaba su tierra, le prometí que algún día Yo viajaría al Líbano.

Le prometí que mis ojos contemplarían por él nuevamente su tierra. Mi abuelo estaba enfermo y sabía que no podría cumplir ese sueño; ese anhelo tan profundo que han sentido miles libaneses, hombres y mujeres que algún día con el alma hecha añicos, debieron abandonar esa sagrada tierra de Profetas y de Santos.

Un año mas tarde de haber hecho esa promesa mi Abuelo falleció. Se fue pero nos dejo la mejor de todas las herencias posibles. Su testimonio de amor por su esposa e hijos, la felicidad incontenible por sus nietos, su dedicación al trabajo, su honestidad, rectitud y su firme e inquebrantable fe en Cristo. 

Fue su vida un claro ejemplo de lucha y esfuerzo, de tenacidad y amor, propia de un verdadero libanés.

Es algo difícil poder transmitir claramente y con vehemencia las sensaciones que uno experimenta cuando reconstruir el pasado, recuperar los orígenes y retornar a la fuente de nuestra propia historia, se torna como algo imperativo en la vida de una persona. 

Es el llamado de la sangre clamando con firmeza, una voz interior que nos susurra dulcemente al oído, invitándonos a ser parte del milagro y de la historia. ¡Es hora de regresar al Líbano!

En mi caso y en el de muchas personas que en algún momento han deseado regresar, la tarea se dificulta pues han pasado casi cien años y muchos de los contactos se han perdido, muchos familiares han fallecido y además las grandes agencias de información entregan deliberadamente una imagen distorsionada y hostil del Líbano.

Es el momento en que Dios nuestro Señor decide un día, cruzar en la vida de cientos de nosotros al Padre Hannounn Andraos. 

Perteneciente a la Congregación Kraim y a través de la Misión Libanesa Maronita de Buenos Aires, será el "Padre Andrés", una persona de hablar apacible y dulce, pero con una manera de trabajar para su prójimo enérgica e incansable, el encargado de llevar a cabo una tarea profundamente noble y doblemente valiosa para nosotros y nuestra posteridad.

Primero, retornar al Líbano con una idea cabal y exacta de su realidad cultural, económica y social en la búsqueda de familiares que ya nunca más serán desconocidos, ajenos a nuestros sentimientos ni a nuestras vidas.

Segundo, dar una nueva dimensión a nuestra fe, visitando esta tierra sagrada de Profetas y de Santos, suelo eterno donde el mismo Jesús ha caminado y predicado la palabra de salvación. Luego de esta experiencia maravillosa el amor hacia la tierra de nuestros mayores tomará dimensiones desconocidas. 

Será entonces el legado de estos Santos, de esos hombres y mujeres devotos en Cristo, los que harán florecer en nuestros corazones nuevamente el milagro de fe y vida.

Hoy comenzamos a transitar un camino que nunca más será desandado, hoy comprendemos que el Líbano Cristiano se fortalecerá y permanecerá. "Florecerá el justo como la palmera. Crecerá como cedro del Líbano."... "En los atrios de nuestro Dios florecerán" (Salmos 92:12 y 13).

Así, un 29 de Julio de 1998, de la mano del padre Andrés, arribamos al Aeropuerto Internacional de Beirut. Ansiosos y expectantes fuimos recorriendo cada lugar, fascinados por las riquezas culturales legado de grandes civilizaciones y por las maravillas naturales de esta tierra profundamente bella.

En sus calles, ciudades y aldeas, en su cielo diáfano y perfumado, en su costa apacible y generosa, en la grandeza y hospitalidad de sus montañas y en la santidad de su historia fuimos descubriendo al Líbano del que tanto nos hablaron nuestros abuelos. Un constante ir y venir entre lo que nuestros ojos observaban y lo que nuestros abuelos nos contaron alguna vez. Si, era el Líbano tan bello como los mayores nos habían relatado. Y aún más.

Un domingo de Agosto de 1998, conocí Becharre, el pueblo donde 95 años antes nació mi Abuelo. Sentí que había júbilo en los cielos; no solo estaba cumpliendo mi promesa hecha a los 12 años, sino que Dios obrando por intermedio del Padre Andrés me permitió encontrar la otra parte de mi familia que había permanecido en el Líbano de la cuál poco sabíamos en la Argentina.

Una tarde, llegan a la residencia Maronita de la Saintes Famille en Sarba, Jounieh, dos jóvenes quienes avisados que tenían familiares de la Argentina buscándolos. Nos sentamos a conversar y a comparar las historias familiares que cada uno tenía, tratando de verificar si realmente éramos familia. El mayor de ellos, Farid El Khoury me preguntó el nombre de mi bisabuelo. Assad Bechara El Khoury le respondí. Él sonrió pues, todos los lazos familiares a partir de ahí eran los mismos. Estábamos narrando exactamente la misma historia. 

Fue entonces, cuando dos jóvenes separados por 18.000 Km, por un idioma diferente y por casi 100 años de historia, se confundían en un abrazo eterno reconociéndose como parte de una misma familia; como un brote en una de las ramas comunes de ese gran Cedro familiar, orgullosamente Libanés.

Así pude conocer mi familia que había permanecido en el Líbano, con quienes pasé días inolvidables y de ensueño. Nuestras realidades y vivencias no serán ajenas en adelante. 

Hemos recuperado la historia de la familia, no solo para nosotros sino para toda nuestra posteridad. Hemos acercado la historia real del Líbano a nuestros seres queridos y a la gente que nos rodea en la sociedad. El valor histórico, político y espiritual de esta experiencia es en sí mismo un aporte invalorable para todos aquellos que buscan la verdad. Esta es mi vivencia personal y es la historia de muchos.

Cientos de Argentinos hijos y nietos de libaneses han retornado al suelo sagrado del Líbano, cientos y miles lo seguirán haciendo desde todos los confines del mundo.

Sabemos ahora que tenemos una misión que cumplir. Hay una tarea ardua y valiosa que cada Cristiano Maronita debe llevar a cabo. Hoy mas que nunca es nuestro deber transmitir el mensaje de fe y amor que surge de las Sagradas Escrituras y de nuestros Profetas y Santos. Hoy más que nunca, debemos contarle al mundo que el Líbano es una tierra de paz y convivencia entre etnias, culturas y religiones diferentes.

Nuestro deber es fortalecer la identidad del Líbano, lugar donde ocho mil años de historia han pasado dejando un testimonio maravilloso de civilización; donde un pueblo fenicio se ha multiplicado, esparciendo su talento y cultura por los confines de la tierra. El mismo que pueblo aceptó el mensaje de los profetas y reconoció al Hijo de Dios, a nuestro Señor Jesucristo como nuestro Salvador.

Él caminó y predicó por los valles y senderos del Líbano y bendice hoy a sus hijos con la posibilidad de andar esos mismos caminos y de testificar que pese a los intereses ajenos, a las presiones y conflictos mezquinos de nuestro tiempo, pese a todo el Líbano permanecerá.

Que Dios nuestro Señor nos dé la fuerza necesaria y nos permita ser parte de esta hermosa y sagrada misión.

Que pese a la distancia que separa Argentina del Líbano, nuestra identidad cultural se fortalezca y nos acerque a nuestros hermanos y familias en vínculos que nunca nadie pueda cortar o destruir.

Este ha sido el mensaje legado de nuestros mayores que ha templando nuestro espíritu con alegría y optimismo desde este lugar del mundo. Ha llegado la hora de sumar esfuerzos y voluntades para ser verdaderos actores de la reconstrucción del Líbano y de conocer la verdadera dimensión de nuestra fe. 

Si... las flechas han tenido un destino incierto, pero sus órbitas en el cielo de nuestras almas nos han señalado el camino del regreso. 

Que Dios bendiga al Líbano y a su pueblo.

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